Se nos ha enseñado que el dolor es malo, y hemos aprendido a sublimarlo a cualquier costo, convertirtiéndolo en tabú. "Es malo expresar dolor" -conocemos ya el contrato tácito-, ya que significa reconocer la vulnerabilidad propia, aquélla, la inherente al Ser Humano.
Pero negar el dolor, una emoción tan nuestra y tan válida y tan real como la felicidad que experimentamos, implica cohartarnos la libertad, negar una parte importantísima de nuestro ser, que debiera ser aceptado así, con todas sus imperfecciones.
Sin embargo, cotidianamente nos cortamos un brazo, una mano, una pierna, y tras cometer este acto con total desfachatez, tratamos de esbozar una sonrisa y así, como si nada, intentamos seguir caminando y bailar y respirar y accionar con naturalidad, siempre la sonrisa estancada, congelada, cual puñal en la jeta, mientras el muñón amputado sigue chorreando sangre enterrado tras un matorral.
Así, escondemos todo nuestro dolor y nuestras angustias tras
nuestras drogas -drogas sociales, me refiero, puede ser desde un
teléfono a la comida al deporte a la computadora a los jueguitos a las
relaciones al sexo a las drogas-drogas al cigarrillo, a todo esto junto a
la vez-.
La imagen es fuerte; sé que produce asco. Pero asumamos que, si lo hace, es precisamente porque representa con total crudeza la realidad. Eso es lo que hacemos. Basta de negarlo, basta, porque es real. Dejemos atrás el engaño.
¿Cuándo aprenderemos a por fin dejar de hacer, para empezar a sentir?
¡Mis queridos!
¡Mis queridos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por compartir!