miércoles, 20 de agosto de 2014

La Mujer Salvaje (extr. "Mujeres que corren con lobos")

Cuando las mujeres oyen esas palabras, despierta y renace en ellas un re-
cuerdo antiquísimo. Fugaces experiencias que se producen tanto a
través de la belleza como de la pérdida nos hacen sentir desnudas, alteradas y ansiosas hasta el extremo de obligarnos a ir en pos de la naturaleza salvaje.

Y llegamos al bosque o al desierto o a una extensión nevada y nos ponemos
a correr como locas, nuestros ojos escudriñan el suelo, aguzamos el oído, buscando arriba y abajo, buscando una clave, un vestigio, una señal de que ella sigue viva y de que no hemos perdido nuestra oportunidad. Y, cuando descubrimos su huella, lo típico es que las mujeres corramos para darle alcance, dejemos el escritorio, dejemos la relación, vaciemos nuestra mente, pasemos la página, insistamos en hacer una pausa, quebrantemos las normas y detengamos el mundo, pues ya no podernos seguir sin ella.

 




Cuando las mujeres reafirman su relación con la naturaleza salvaje, ad-
quieren una observadora interna permanente, una conocedora, una visionaria,
un oráculo, una inspiradora, un ser intuitivo, una hacedora, una creadora, una
inventora y una oyente que sugiere y suscita una vida vibrante en los mundos
interior y exterior. Cuando las mujeres están próximas a esta naturaleza, dicha
relación resplandece a través de ellas. Esa maestra, madre y mentora salvaje sus-
tenta, contra viento y marea, la vida interior y exterior de las mujeres.


de Mujeres que corren con Lobos.

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