martes, 4 de febrero de 2025

El subte

Salió apresuradamente al frío de la noche que cortaba el aire como un cuchillo dando un golpetazo con la puerta de entrada de la casa. Las llaves habían quedado adentro, coronando el día con mala suerte, pero ella todavía no lo sabía. Aborda la boca del subte con decisión; no tiene tiempo para plantearse otros caminos posibles. No miró a nadie mientras bajaba las escaleras, ni tampoco al llegar a la estación; mientras tanto, a ella la miraban hombres y mujeres, con envidia o con deseo. Aunque su figura destacaba más por su aura que por su forma, su aire de ensueño soporífero derribaba todos los preconceptos de belleza de nuestra cultura.


 

 

Se sentó en el único asiento que quedaba libre en el andén, al lado de un viejito que le sonrió con los ojos. Abrió su mochila. Llevaba consigo algunos libros y unas libretas, pobladas de recursos y de recuerdos, surcadas con algunos colores destacados y una tinta siempre violeta para el trazo seguro y constante con el que dejaba asentados sus sentimientos, horadando los renglones con ávida pasión. Su escritura de pluma ficticia alimentaba a veces sus vastos temores pues descubría, en su ejercicio, la profundidad de la sombra de su alma. Ponía frecuentemente en tela de juicio sus ideales, y deconstruía tan fieramente su identidad a cada paso que no quedaban de ella más que los rastros de su propia penumbra.