viernes, 8 de julio de 2022

De la lectura en la infancia

Cuántas veces hemos escuchado las frases: "No tengo tiempo para leer" o "No me gusta leer". Y es que para el joven escolar la lectura en la mayoría de los casos representa una más de sus tediosas obligaciones escolares, mientras que, por lo general, para el adulto no es sino una forma de perder el tiempo, excepto claro cuando se trata de lecturas "serias" abocadas al estudio de un campo de conocimiento específico. Pocas son las personas que, sin importar el tiempo ni las obligaciones, siguen disfrutando de la oportunidad de conocer otros mundos, de viajar por el tiempo, de enfrentarse a una realidad construida a partir de la imaginación; es decir, de gozar con la lectura. Ante esto surge la pregunta: ¿existe alguna razón que determine el gusto por la lectura?



La lectura no es una actividad que pueda disfrutarse por decreto, tiene que aprenderse a lo largo de la vida y llegado el momento transmitirse, y cuando logramos aprehender la lectura, se la obsequiamos amorosa y naturalmente al niño, quien al percibir el gusto con que el adulto recrea ese mundo maravilloso, que en primera instancia se encuentra en los cuentos, la recibe abiertamente, e incluso la exige diariamente como un ritual que día a día hace aparecer y desaparecer héroes y piratas, brujas y princesas, animales encantados y hombres desencantados, y poco a poco comprende y va siendo parte de ese código, aún secreto para él, que son las palabras y rápidamente descubre otros significados en los dibujos. Así, para cuando domina la técnica de la lectura ya se ha convertido en un lector voraz que, sin importar el rumbo que tome su vida, tarde o temprano retomara, porque el adulto que ha hecho de la lectura parte de su vida cuenta con un tesoro secreto que al revelárselo al niño lo lleva de retorno a su propia infancia, a ese país imaginario con el que alguna vez se encontró.


MONTES, GRACIELA. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético ~por Graciela Leticia Raya Alonso

México, FCE, 2001.